Cuando un amor se va, el mundo parece detenerse por un instante, como si el aire se volviera más denso y el tiempo, menos comprensible.
Te encuentras en medio de una tormenta de emociones, donde la tristeza, la nostalgia y el dolor, compiten por dominar tu corazón. Te despiertas en la mañana, esperando encontrar todo igual, pero hay un vacío en el lugar donde solía estar su risa, sus caricias, su presencia.
Los recuerdos, comienzan a invadir tu mente sin permiso. Te ves a ti misma/o en aquellos momentos felices, risueños y llenos de esperanza, caminando juntos de la mano, compartiendo sueños y secretos. Cada rincón de la casa, cada melodía, cada aroma, parece guardar una parte de esa historia que ahora se ha convertido en pasado.
Al principio, la negación, es tu compañera constante. Te aferras a la idea de que quizás haya un error, de que tal vez todo fue un malentendido y que las cosas volverán a ser como antes. Pero, lentamente, la realidad se impone. Comprendes que esa persona no va a regresar, y es entonces cuando comienza el verdadero duelo.
Sientes que tu corazón ha sido fragmentado en mil pedazos y que cada uno de esos pedazos está impregnado de un dolor profundo y agudo. Las lágrimas brotan sin aviso, en medio de la noche o al escuchar una canción que solía ser "nuestra". Te sientes sola/o en una multitud, perdida/o en tus propios pensamientos.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, empiezas a encontrar pequeños rayos de luz. Descubres la fortaleza que habita en ti, una fortaleza que no sabías que tenías. Aprendes a valorar tu propia compañía, a redescubrir tus pasiones y a reconectar con aquellas partes de ti misma/o que tal vez habías dejado de lado por estar tan enfocado en el "nosotros".
Cada día que pasa, el dolor se vuelve más manejable. No es que desaparezca por completo, pero aprendes a vivir con él, a aceptarlo como parte de tu historia, como una cicatriz que, aunque visible, no define tu ser completo. Empiezas a encontrar belleza en las pequeñas cosas nuevamente, en un amanecer, en una conversación con un amigo, en un libro que te atrapa.
El proceso de sanar, es lento y lleno de altibajos. Hay días en los que te sientes fuerte y optimista, creyendo que el dolor es solo una sombra lejana. Pero también, hay días en los que la tristeza vuelve con fuerza, recordándote la pérdida y haciéndote cuestionar todo de nuevo. Es importante recordar, que ambos tipos de días son parte del camino hacia la recuperación.
En los días buenos, empiezas a notar cosas que antes pasaban desapercibidas. La brisa fresca de la mañana, el canto de los pájaros, la sonrisa de un extraño en la calle. Te das cuenta de que el mundo sigue girando y que hay belleza en cada esquina, incluso en los momentos más simples. Encuentras alegría en actividades, que quizás habías olvidado: leer un buen libro, pasear por el parque, disfrutar de una comida deliciosa. Redescubres tus pasiones y hobbies, aquellas cosas que te hacen sentir vivo y completo.
En los días malos, es fundamental ser amable contigo misma/o. Permítete sentir el dolor sin juzgarte por ello. Llora si lo necesitas, escribe tus pensamientos, habla con un amigo de confianza. Recuerda que está bien no estar bien, que sanar es un proceso y no una meta a alcanzar de inmediato. La autocompasión se convierte en una herramienta esencial para sobrellevar esos momentos difíciles.
Con el tiempo, la perspectiva cambia. Empiezas a ver la relación pasada no solo como una pérdida, sino como una etapa de tu vida que te enseñó valiosas lecciones. Aprecias los buenos momentos y aceptas que los malos también, formaron parte del aprendizaje. Te das cuenta, de que la experiencia te ha hecho más fuerte, más sabia/o y más consciente de lo que realmente necesitas y deseas en una relación.
Empiezas a abrirte a nuevas posibilidades. Quizás conoces a nuevas personas, formas nuevas amistades o incluso te atreves a explorar un nuevo amor. Llevas contigo las lecciones aprendidas, sabiendo que ahora estás mejor preparada/o para construir una relación más saludable y significativa.
En este proceso, redescubres la importancia del amor propio. Entiendes que antes de poder amar a alguien más plenamente, necesitas amarte a ti mismo. Debes tomarte el tiempo para cuidarte, tanto física como emocionalmente. Estableces límites saludables y te rodeas de personas que te apoyan y te valoran.
El dolor de la pérdida se convierte en una cicatriz que, aunque nunca desaparece por completo, se vuelve menos dolorosa con el tiempo. Esa cicatriz te recuerda lo que has superado y te da la fuerza para enfrentar futuros desafíos con una mayor resiliencia. Aprendes a ver el amor no como algo que has perdido, sino como algo que sigue siendo una parte integral de tu vida, manifestándose de nuevas y hermosas maneras.
Al final, cuando un amor se va, descubres que el amor no se acaba; simplemente se transforma. Lo llevas dentro de ti, en tus recuerdos, en tus aprendizajes y en la persona en la que te has convertido. Y con esa comprensión, te das cuenta de que estás lista/o para seguir adelante, para abrir tu corazón nuevamente y para encontrar alegría en el viaje de la vida.
Te das cuenta de que la vida continúa y que, aunque esa persona fue una parte importante de tu historia, no es el fin de tu viaje. Tienes un futuro por delante, lleno de posibilidades, de nuevos comienzos y de la promesa de amores futuros que te enseñarán y te enriquecerán de maneras que aún no puedes imaginar.
Y así, poco a poco, empiezas a sanar. Comprendes que dejar ir no es olvidar, sino recordar con paz. Agradecer las enseñanzas y aprendizajes que compartiste en pareja, ese ser que pasó por tu vida y que hoy no está. Que el amor que se fue dejó su huella en ti, transformándote y preparándote para lo que está por venir. Aprendes a vivir con gratitud por lo que fue, y con esperanza por lo que será. Y en ese proceso, redescubres el amor más importante de todos: el amor por ti misma/o.
Objetivo: Facilitar la reflexión personal y el proceso de sanación tras una ruptura amorosa, ayudando a las personas a reconectar con ellas mismas y encontrar nuevas perspectivas.
Duración: 60-90 minutos
1. Escríbelo Todo:
2. Lo Bueno y Lo Malo:
3. Carta de Despedida:
1. Listado de Pasiones:
2. Metas y Sueños:
3. Auto-cuidado:
1. Cualidades en una Relación Futura:
2. Visualización Positiva:
3. Plan de Acción:
Al final del ejercicio, tómate unos minutos para reflexionar sobre lo que has escrito y lo que has aprendido sobre ti misma/o. Guarda tus notas y revísalas de vez en cuando para ver tu progreso. Recuerda que sanar es un proceso, y cada pequeño paso cuenta.
Superar una ruptura amorosa puede ser uno de los desafíos emocionales más difíciles que enfrentamos en la vida. Es un proceso que puede despertar una serie de emociones intensas y, a veces, abrumadoras. Aunque cada persona maneja el duelo de manera diferente, contar con el apoyo adecuado puede marcar una gran diferencia en tu proceso de sanación.
Te invito a considerar la psicoterapia como una herramienta valiosa para ayudarte a sanar y encontrar un nuevo equilibrio emocional.
1.Espacio seguro:
2. Guía profesional:
3. Proceso de sanación:
4. Herramientas y técnicas:
5. Redescubrimiento personal:
1.Investiga:
2. Agenda una consulta inicial:
3. Comprométete al proceso:
Sanar de una ruptura amorosa, no es un proceso lineal ni inmediato. Permitirte recibir apoyo profesional, puede facilitar tu camino hacia la recuperación y ayudarte a construir una vida plena y satisfactoria.
Te animo a dar este importante paso hacia tu bienestar emocional. Buscar ayuda no es una señal de debilidad, sino de fortaleza y autocuidado. Mereces sentirte mejor y encontrar la paz interior que estás buscando. ¡No estás sola/o en este viaje! Venga, agendemos una cita, escríbeme a: info.escueladelcoaching@gmail.com
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